Una amalgama de nacionalidades, sirios, pakistanís, afganos, iraquíes, kurdos, entre otras, compartieron sueños y fatalidades en un trozo de tierra a escasos metros de la frontera Greco-Macedonia, muy cerca del pueblo de Idomeni, en Grecia. A finales del 2015 y principios del 2016, este pueblo se convirtió en un improvisado campo de refugiados. Llegaron a vivir aproximadamente 15000 personas, entre ellas niños y niñas, embarazadas y gente enferma. Solo pocas Oenegés respondieron al grito de socorro de todas estas personas exhaustas después de meses de viaje cruzando países enteros, jugándose la vida en el mar y viéndoselas con traficantes que aprovecharon su extrema fragilidad para robarles, engañarles y cobrarles por casi todo lo que hacían.