La república de Artsakh nació el 1991 cuando, en plena escalada bélica contra la vecina Azerbaiyán, la mayoría armenia de este enclave autoproclamó su independecia. El conflicto había estallado tres años antes, cuando el soviet de este territorio, de raíces culturales e históricas armenias, pidió la anexión a su país hermano. Treinta mil muertos después, el alto el fuego se firmó el 1994. Pero los tambores de guerra siguen sonando. En Artsakh, conocida también como Nagorno-Karabakh, viven unas 140.000 personas. La república tiene su propio parlamento, su himno y su bandera, pero todavía no ha estado reconocida por ningún otro estado del mundo. Es un estado de facto unido al destino de su hermana Armenia por una estrecha carretera. A pesar de la existencia del Grupo de Minsk, formado por Rusia, Estados Unidos y Francia, con el objetivo de mediar en el conflicto, el proceso de paz no avanza. Al contrario, Azerbaiyán, país que administró el enclave durante el periodo soviético, reclama la devolución del territorio. Los combates de abril de 2016 dejaron un saldo mínimo de 300 personas muertas.
Texto del periodista Jordi de Miguel.
